la verdad
04.12.13 - 02:07 -
CARTAGENA
De repente, el último verano
«No suelo prestar mucha atención a las cosas que no forman parte de mi mundo», reconoce el artista afincado en Cartagena, autor de un misterioso 'Diario' plástico. Gonzalo Sicre muestra en La Aurora 30 óleos pintados en agosto en Cabo de Palos
Junto a su estudio cartagenero, donde suena música de Ryuichi Sakamoto, que parece haber sido creada para contemplar los cuadros de la exposición 'Diario', que están a punto de viajar a la galería murciana La Aurora, sus hijos Gonzalo (9 años) y Sara (6 años) juegan «a los profesores» y dibujan: él, un gato sin nombre; ella, una casa vacía. El estudio está a rebosar de obras y de un oleaje de restos de pintura, de colillas y de vida. Apoyada en la pared, junto al tiempo detenido y alejada de una perdiz disecada que no se sabe qué hace ahí, guarda silencio, arrinconada, su guitarra eléctrica; en el suelo permanece arrumbado un libro de 'Cocina griega', de Anne Wilson, comprado en la ya desaparecida Librería Escarabajal. 'Diario', que se inaugura mañana -a las 20.00 horas-, es la primera exposición de Gonzalo Sicre (Cádiz, 1967) tras haber encandilado al jurado del VIII Premio de Pintura del Parlamento de La Rioja, cuyos miembros hablaron de la sencillez, la elegancia y el misterio que brota de la pintura del gaditano -afincado en Cartagena desde su infancia-, y citaron a creadores como Edward Hopper o René Magritte para elogiar su trabajo. El cuadro se llama 'The Rothko room' ('La habitación de Rothko') y es un óleo de silencio abrumador.
Sicre no explica su obra. Es más, Sicre no explica nada. Tan solo dice algunas palabras sobre su exposición 'Diario': «La pinté en agosto. Estaba en un apartamento, el 30 G en Cabo de Palos [en Cala Flores]. Tenía que pintar y el espacio era reducido, así es que no podía trabajar con los formatos habituales. Cada día comenzaba a pintar un cuadro, un óleo sobre tabla. Era un diario en imágenes y eso me daba la libertad de no tener un tema: hay almohadas, rocas, salmonetes, marinas, interiores, figuras y casas. Treinta cuadros, treinta días».
Los salmonetes los llevó un mediodía para comer su amigo el oncólogo Pablo Cerezuela, y por eso el cuadro se llama 'Los salmonetes de Pablo'. Son treinta obras de pequeño formato, pobladas de inquietante belleza y de escenas muy diversas. Una de las obras, en la que aparece un joven disponiéndose a bañarse en una cala, se llama 'Palestina libre', que era lo que llevaba escrito en la camiseta que dejó sobre las rocas. Otras obras muestran a una mujer que habitaba en unas imágenes porno de Internet. Nada ves en 'Diario' que no te haga desear que las obras se pongan en movimiento.
Hay algunos óleos -cuyo escenario es el madrileño 'Hotel Praktik Metropol'- en los que utiliza como modelo a su mujer, Francisca Marín [Paqui]. Desnuda delante del espejo. Un momento íntimo, mezcla de soledad y de sensualidad. Se tiene a sí misma y las cosas que el espejo le devuelve: su desnudez que tiembla, su cuerpo de verano. No tiene prisa. Es una sombra de sol, es un fantasma de carne, es un presagio, una promesa de placer... Es, sobre todo, pintura.
Cultiva Sicre un arte sobrio y nocturno, resistente y batallador, que no esconde el rostro de la desesperanza o la duda, como tampoco escamotea importancia a la amistad o al descubrimiento de los destellos de felicidad que esconde el mundo. En sus cuadros habitan, a veces, fantasmas, ánimas errantes, besos negados, corazones helados. El altar que es cada obra del pintor es una posibilidad de regreso al origen de un mundo del que apenas conocemos nada.
Sus obras conducen al espectador a otros lugares, a las historias de otras gentes... Incluso los objetos que habitan en sus obras parecen tener el poder de comunicarse con nosotros. Forofo del poema de Jorge Luis Borges 'Insomnio' -«El universo de esta noche tiene la vastedad / del olvido y la precisión de la fiebre»-, Sicre no hace literatura con la pintura, ni traza un discurso moral o sociológico. Seduce al espectador, pero tampoco ése es su propósito. En su caso, pintor y obra parecen no conocerse, no haber sido ni siquiera presentados. Pero uno y otra son inseparables, y se mueven por el mundo conjuntamente, sin dar explicaciones.
Dice Sicre, sin más: «Básicamente, me gusta pintar. Tiré por ahí, por la pintura, y un día decidí que quería dedicarme a esto, pero no recuerdo cuándo fue». «Soy apasionado, no creas», asegura Sicre riendo abiertamente, delgadísimo, convaleciente de una reciente operación, fumando rubio, sin móvil -para localizarle hay que llamar al fijo de su casa-, sin página web, sin estrategia comercial alguna. Sicre es uno de los creadores españoles más sugerentes y respetados; Sicre tiene un don especial para, en sus óleos, convertir en carne palpitante la soledad de los cuartos vacíos, sobre todo de hoteles y pensiones lejanas, y la ferocidad sin rostro de la noche. Domina el misterio de esas largas madrugadas que atemorizan e hipnotizan, rodeadas de brumas encantadas o del humo nervioso y áspero de los cigarrillos sin compañía o compartidos.
En el Reina Sofía
Ha viajado por medio mundo, pero ni muerto dejará Sicre de vivir en Cartagena. Allí pinta y crea su propio mundo: bellísimo y triste, habitualmente. Inquietante, apetecible para explorar, misterioso. A Sicre, quien ya en 2001 obtuvo un gran éxito con 'Continental', la muestra que pudo verse en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, le gusta jugar con la pintura, seguir rastros, hacerse invisible, resucitar en sus cuadros.
Sus obras invitan a veces a esconderse en ellas y a dejar ahí depositados nuestros más profundos secretos. Nunca hay en ellas una luz que nos ciegue y, por debajo de la aparente sencillez de las composiciones y las imágenes cotidianas que muestra, hay preguntas sin resolver, deseos de escapar -no se sabe a qué lugar-, y cuentas pendientes con la vida, que en cuanto te descuidas te traiciona o te hace la puñeta.
Lo reconoce el pintor: «No suelo prestar mucha atención a las cosas que no forman parte de mi mundo. Ya sé que esto puede parecer un poco egoísta, pero es la verdad». En la exposición que permanecerá abierta en La Aurora hasta el 18 de enero se mostrarán, además de las obras de 'Diario' -que cierra un óleo nocturno en el que se lee: «No te preocupes por la vida. No saldrás vivo de ella» (de 'Los perros ladran', de Truman Capote)-, otras tres de gran formato: 'Hipódromo', 'La Nuit' y la excelente 'Marat', una fantasmagórica aproximación, con atmósfera de desierto en una alcoba vacía, a la gran obra de Jacques-Louis David 'La muerte de Marat'.